Aconcagua 1998

LA PRIMERA EXPEDICIÓN
DE LA ASOCIACIÓN DE MONTAÑA
DOLOMÍA.
 
aconcagua
 
Corría noviembre del año 1.996, cuando miembros de esta asociación, en las reuniones de los jueves, empezábamos a convencernos de que nuestra experiencia iba siendo importante para afrontar algún reto de altura interesante. Entre las conversaciones amenas, donde los “pobellos” hacían  huella, los relatos de aventuras de las escaladas y actividades realizadas nos absorbían, nos propusimos afrontar una expedición como las que tantas veces habíamos leído.

¿Qué objetivo afrontar? Y ¿donde? Muchas fueron las montañas y los países, pero teníamos que tener los pies en el suelo, al fin y al cabo era nuestra primera expedición y la primera que tendríamos que pasar de los 3.848 m. de altura, cuestión importante a tener en cuenta.

Al siguiente año se celebraba el centenario de la primera ascensión al monte Aconcagua, la cumbre más alta del continente americano. Ese parecía ser un buen objetivo, pues tenía todo lo que necesitábamos. Altura y nombre importante, otro continente y una vía normal aparentemente accesible.

Inmediatamente nos pusimos manos a la obra, teníamos que recaudar información para preparar nuestra estrategia, redactar un proyecto, para presentarlo y poder recaudar fondos, mirar que tipo de materiales y víveres necesitábamos, cuanto nos podía costar y de cuanto podíamos disponer para elaborar un presupuesto. Muchas fueron las reuniones, incluso utilizábamos las reuniones de los jueves, para el fin, abandonando un poco las cuestiones del club.

Al principio todo iba muy deprisa y a todo le encontrábamos solución, pero conforme íbamos recopilando información, las dudas aparecían, ¿pluma o tres capas?, ¿gas o gasolina?, ¿cuantos campos de altura?, ¿y la aclimatación?, ¿como y donde?

Teníamos que hacer el grupo que iba a participar, para que fuéramos nosotros los que decidiéramos sobre las dudas que se planteaban. Y salieron los 12 componentes de la expedición. Carlos Ortega, Fernando García Miota, Juan José Buendía, Oscar Cardo, Pedro Beneit, Javier Millán, Miguel de las Heras, Raúl Checa, José Prieto, Miguel Cuesta y Fernando Cuesta. El siguiente paso fue darle un nombre y una fecha. El nombre fue, “1ª EXPEDICIÓN CONQUENSE, ACONCAGUA 98”, llegándose a denominar con el apelativo “ACUENCAGUA” y las fechas serían entre enero y febrero de 1.998.

Siguieron las reuniones y el trabajo, las compras de material. Conocíamos todos los secretos del “Centinela de Piedra”, sus orígenes, su flora y su fauna, su situación, su clima, sus vías y sus accesos, solo nos quedaba definir la ruta por la que ascenderíamos, eligiendo la vía Normal, acarreo y Arista Noroeste. Y la aclimatación..., tema en que hicimos mucho hincapié y fuimos bastante concienzudos, prueba de ello fue en gran éxito con las seis cumbres que conseguimos.

Todo estaba preparado, el presupuesto conseguido y las ganas de partir nos hacían pasar días interminables, repasando el material, los petates de la mili que llevamos, las mochilas etc…, pero cuando quedaba poco más de un mes, un contratiempo casi da al traste con la expedición. El grupo se dividió por cuestiones de fecha de partida, quedando lo que iba a ser una expedición de 12 componentes en dos expediciones, una que partiría antes con Juan José Buendía, Oscar Cardo y Pedro Beneit y el resto que partiríamos en las fechas previstas. Se reorganizo un poco la estrategia y todo se pudo solucionar.

El primer grupo partió unos días antes, el segundo el día 26 de diciembre, desde el aeropuerto de Barajas, España a Santiago de Chile. Un viaje de 14 horas agotador nos dejo en el aeropuerto, desde donde empezamos las negociaciones para contratar un medio de trasporte que nos llevara a Puente de Inca, provincia de Mendoza en Argentina.

Contratamos una furgoneta que nos llevaría a nuestro destino por un excelente precio. Montamos los numerosos bultos que portábamos en la baca y nos dispusimos a partir. El conductor nos dijo que tenia que recoger unos papeles y a su mujer, para así la vuelta no hacerla solo. Después de recorrer medio Santiago de Chile, por fin salimos a nuestro destino. Por carreteras estrechas de montaña y puertos con desniveles impresionantes, pues al fin y al cabo estábamos en los Andes, se iban sucediendo las curvas de herradura y los abismos. Cuando de pronto el cacharro empezó a echar humo, el conductor sin una pizca de preocupación, dijo: le hace falta un poco de agua, liquido que no llevábamos. El río se encontraba unos 150 m. más abajo, al cual tuvimos que bajar para rellenar el radiador del vehiculo por llamarle de alguna manera.

Llegábamos a la frontera de Chile con Argentina, donde teníamos que visar nuestros pasaportes y realizar una serie de papeleos, para cambiar de país, trámites que enseguida resolvimos. Esperamos a que también el conductor de la furgoneta solucionara los suyos. Una hora y media de espera nos llevo a preguntar por nuestro conductor, ya que no sabíamos nada de el. Respondiéndonos el de la aduana que había quedado detenido, por no se que razón con la justicia. ¿Que hacer?, la furgoneta con todos nuestros trastos, la mujer del conductor no podía conducir en Argentina, y el tiempo se echaba encima, pues el túnel del paso entre Chile y Argentina lo cerraban a las 21 horas, eran las 15 horas y teníamos que recorrer 150 kilómetros. No nos lo pensamos mucho, le pedimos la furgoneta a la señora y le dijimos que esa misma noche se la devolveríamos.

Cruzamos la frontera de Argentina, no sin algún incidente, que resolvimos con el carné de policía de Paco, llagamos a Puente del Inca, descargamos y de nuevo para la frontera de Chile, le dejamos las llaves de la furgoneta al aduanero y en un taxis ocupado por un hipie con olor a canuto sobre las 23h.30’ llegábamos a  Punte del Inca.

Al día siguiente comenzaba la montaña, que era a lo que habíamos venido. La pesa de los petates, las revisiones de las carpas, el reparto del peso en las mulas etc. Nos llevaría medio día. Terminada esta tarea, nos pusimos en marcha a la laguna de Horcones 3.000 m., que es donde se encuentra la caseta del  guarda del Parque Aconcagua, visando nuestros permisos de ascensión y entrada,  seguimos hasta Puente de Durango 3.150 m., inicio de la senda que lleva hasta Plaza de Mulas. En una marcha de copo más de cuatro horas llegamos a Confluencias 3.368 m. lugar que divide los valles de  Horcones superior e inferior, donde pasamos la noche. Aquí empezaba nuestra aclimatación. Al día siguiente hicimos una marcha, donde superamos sobre unos 300 m. de desnivel y pudimos contemplar la impresionante cara sur de la Aconcagua, regresando de nuevo a confluencias para pasar una nueva noche.

Madrugamos para iniciar la aproximación a Plaza de Mulas, donde colocaríamos el campamento base, pasando por Confluencias Alta 3.500 m. la interminable Playa Ancha, para llegar a Playa Chica 3.950 m. y su refugio destruido, aquí se inicia la denominada Cuesta Brava, a la penosa subida alguno de nosotros tubo que sufrir el pisotón de una de las mulas e incluso llego a sujetarla para que no se despeñara. Y por fin después de casi once horas, llegamos a Plaza Mulas 4.230 m. lugar histórico y mítico, con una espectacular cara oeste de la  Aconcagua y sus no menos impresionantes montañas de alrededor, como Cerro Catedral 5.335 m., Cerro de Horcones 5.395 m. o el más atractivo el Cerro Cuerno 5.462 m. y su bonita cara sur, que haría de espejo cada mañana. Penoso fue el montaje de las tiendas, ya que el “soroche” como denominan aquí al mal de altura, empezó a castigarnos, dolores de cabeza, vómitos, diarrea y mareos tuvimos que aguantar durante algunos días, que poco a poco empezaban a desaparecer.

El primer grupo, no se encontraba en el campo base como nosotros pensamos, habían decidido atacar la montaña, con una ventana de buen tiempo, según nos comento el cocinero Cacho. Al segundo día aparecieron gritando desde la montaña y muy contentos, habían conseguido la cumbre, la alegría se contagio al resto de la expedición.

Ese 31 de diciembre lo celebramos con la Noche Vieja más inolvidable de nuestras vidas, en el Hotel refugio de Plaza Mulas, que esta a 20 minutos del campo base, un invento deficitario del Gobierno de Argentina.

La aclimatación iba lenta, pero sabíamos que no había que tener prisa, para lograr un muevo éxito. Empezamos los primeros porteos hasta Cambio de Pendiente 5.300 m., que nos serviría de aclimatación, de nuevo descanso en el C.B.

En esos dos días de descanso, preparábamos las mochilas para el ataque a la montaña, ya no bajaríamos al C.B. hasta haber terminado el trabajo, con cumbre o sin ella. Las noticias que recibíamos de altura de otras expediciones no eran muy halagüeñas; retiradas a pocos metros de la cumbre por viento, e incluso bajaron un coreano muerto, que se perdió en el Gran Acarreo.

Por fin, el día 5, "Los de Cuenca", pues ya nos conocía todo el campo base, tras despedirnos de nuestros compañeros Pedro, Oscar, Juanjo y José que había decidido regresar a España, iniciamos el ascenso definitivo pues sabido es, que rara vez, las fuerzas y el animo permiten después de bajar del campo 1, volver a subir. Llevábamos nuestras inseparables mochilas de unos 15 Kg., la subida fue tan dura como el día del porteo, cerca ya del deposito de material nos cruzamos con un catalán que conocimos en campo base y que tras una noche cerca de la cumbre bajaba el solo con congelaciones de pies y manos, todos los accidentados habían sido de forma parecida - en un grupo uno se separaba y desaparecía - en esas circunstancias estaban dos montañeros más, un coreano y un austríaco. Por fin llegamos hasta donde habíamos dejado el material y tras comer un poco convertimos nuestras mochilas en auténticos mata-hombres, de unos 30 kg. Los supuestos 30 minutos que nos separaban de Nido de cóndores 5.500 m de altura donde montaríamos el primer campo, fueron terribles, horrorosos ...uno a uno fuimos llegando hasta el lugar elegido para colocar las tiendas, y como en toda la expedición, cada vez que ascendías de nuevo los jadeos a cada paso, a cada piedra que poníamos en los faldones de la tienda para que el viento no la arrastrara necesitábamos unos segundos o minutos de descanso, aquí la vida era muy incomoda debido a la sequedad del aire, el poco oxigeno que este tiene, la falta de agua, el frío, el viento y de nuevo los dolores de cabeza. Casi sin terminar de montar las tiendas los hornillos empezaron a trabajar en una tarea que no dejarían hasta nuestro regreso al campo base. 

La primera noche en altura fue relativamente tranquila, pues el viento no sopló con fuera hasta el amanecer que parecía querer arrastrarnos con él, sobre las nueve de la mañana comenzamos la tediosa labor de fabricar agua para el desayuno, pues la poca que nos sobrara del día anterior se congeló dentro de la tienda, a pesar de que esa noche no fue excesivamente fría, (-22º) reparto de aspirinas y la desagradable sorpresa de descubrir la escasez de raciones de leche en polvo, el cielo al menos permanecía despejado, hasta por la tarde en que indefectiblemente unas nubes se tragaban la cumbre hasta el campo 2, por lo que la mañana la aprovechamos en preparar el material de altura y dar algunos paseos por los alrededores, mientras lentamente se iba derritiendo el hielo en las teteras. Después de comer y tras comprobar que todos nos encontrábamos en buenas condiciones de seguir, optamos por reunirnos al abrigo de unas rocas para decidir el día y la forma de ataque a la cumbre, y fue mirando hacia ésta, cuando descubrimos un pequeño punto que se movía de forma irregular, con ayuda de unos prismáticos pudimos cerciorarnos de que era un escalador que descendía por un lugar llamado "el gran acarreo",- tristemente conocido por su peligrosidad,- después de observarlos durante un tiempo y dar la voz de alarma en todo el campo, un grupo de austríacos confirmo que podría ser su compañero desaparecido el día de antes, pero frente a lo que hubiese sido lo normal, no se movieron y permanecieron viendo como se dirigía hacia unos cortados imposibles de ver desde su posición, por lo que Paco y Raúl - de nuestro grupo - decidieron salir hacia él seguidos de Michel para hacerle señas, gracias a las cuales evitaron cayera por los cortados y tras una hora más de ascensión llegar hasta él, fue entonces, cuando comprobaron que tenia congelaciones en las manos y pies, y tras ayudarle a bajar para que un medico de una expedición Noruega confirmara la gravedad de las congelaciones, fue evacuado hasta el campo base.

La siguiente noche fue algo mas dura que la anterior, el viento soplo con bastante fuerza y las temperaturas en el exterior llegaron hasta los –30º, el interior de la tienda esta totalmente congelado a si como el exterior de los sacos de dormir, no obstante la mañana amanece soleada y aunque persisten los dolores de cabeza, éstos, - a excepción de los de Paco y Javier, - son más llevaderos, además la respiración empieza a normalizarse y el estado físico es bueno menos el de los que mas activamente participaron en el rescate del Austríaco. El día transcurre tranquilo hidratándonos y alimentándonos lo mejor posible, pues hay que tomar unas 6.000 o 7.000 calorías al día. El grupo de la policía de rescate llegó y acampó ayer junto a nosotros, circunstancia que se dará siempre tanto en el campo base como en los campos de altura, ya que desde la Nochevieja nos une una buena y sincera amistad con ellos, reforzada por nuestra actitud de ayer, ya que ellos estaban durante el rescate, pero no pudieron hacer nada, pues acababan de llegar y físicamente no podían dar ni un paso.

Por fin, el día 7, de los ocho expedicionarios solo seis, Nando, Peque, Presi, Romerales, Javi y Paco decidimos montar el campo 2 en un lugar conocido como Berlín, mientras Raúl y Michel - que se encuentran algo tocados desde el rescate -deciden permanecer un día más en el campo 1. Solo hay 500 m. de diferencia de altura entre el campo 1 y el 2 pero se tardan unas 3 horas muy duras por un terreno sulfuroso y muy empinado. Berlín como se llama este campo contaba con tres refugios de madera, de los cuales solo queda uno que pueda ser utilizado y este consiste en una estructura de madera que en caso de apuro tiene cabida para siete montañeros, el lugar es pequeño y tiene la triste fama de ser el campo de altura mas sucio del mundo, de lo que podemos dar fe todos los miembros de la expedición, la historia se repite, hemos vuelto a ganar altura y la respiración es casi imposible, debemos descansar a cada paso o cada cosa que hacemos, el campo está lleno de gente, - sobre todo japoneses, - a pesar del buen tiempo no se están consiguiendo muchas cumbres, seguramente por la falta de aclimatación. Nosotros al terminar de montar las dos tiendas, pronto descubrimos el gran error que tuvimos al querer ahorrar algo de peso y no subir ni hornillos de gas ni cargas suficientes.

Los hornillos de gasolina quemaban muy mal y se apagaban continuamente, por lo que apenas si conseguimos derretir el agua suficiente para el día siguiente intentar el ataque, estábamos afectados por la " puna " o mal de altura, pero eso es algo que descubres después al analizar los hechos o ver las fotos y el vídeo de aquel día.

Enviamos con unos españoles que descendían, el aviso para que nuestros compañeros se subieran suficientes hornillos y cargas de gas. La noche fue corta y muy fría, pero teníamos que atacar hoy o renunciar al ataque en varios días, quizá para siempre, pues no contábamos con suficiente comida de altura como para dilatar nuestra estancia en altura durante varios días, sobre todo si el grupo era muy numeroso. Los seis nos pusimos en camino, pero Javier que se encontraba mal decidió quedarse en la primeras rampas, el cuadro era algo desolador, sin desayunar, con unos terribles dolores de cabeza y Nando con cuatro dedos congelados, totalmente amoratados tirando a negros, seguíamos lentamente ascendiendo con un frío que hacia que nuestro propio aliento se congelase en nuestro bigote, - estábamos a unos 25 º bajo cero , - cada quince minutos teníamos que parar, habíamos subido unos 700 m de desnivel y nos encontrábamos en una zona llamada el Portezuelo de los Vientos, - el cual hacia honor a su nombre -cuando tres de los cinco montañeros decidimos volvernos, cerca de la parte final, llamada canaleta. El sentimiento de rabia y frustración hicieron aflorar lagrimas mientras despedíamos a el Presi y el Peque para que consiguieran la cumbre. Como así hicieron cuatro horas mas tarde, después de haber ascendido por la terrible canaleta, ese lugar donde dar un paso significa bajar dos y el tiempo se hace interminable, como interminable resulta el descenso.

Sobre las siete de la tarde regresaron al campo 2 donde les esperábamos todos, pues Raúl y Michel ya habían ascendido hasta el campo 2 para intentar la cumbre al día siguiente. Como en el campo 2 solo teníamos dos tiendas y estábamos 8 personas y habíamos constatado la necesidad de descansar convenientemente antes de intentar la cumbre, decidimos descender Paco, Javier y yo, "Romerales" hasta el campo 1 Nido de Cóndores, donde nos esperaban algunos miembros de la patrulla de rescate que si bien intentaron estar cerca de Berlín durante nuestro ataque, tuvieron que descender para socorrer a un compañero suyo aquejado de edema cerebral en el campo uno y que tuvieron que evacuar primero hasta el campo base e inmediatamente hasta un hospital en Mendoza.

Al día siguiente a media mañana, bajaron Nando, - que se quedo con Peque y Presi, - del campo 2 hasta Nido de Cóndores y desde allí intentamos seguir las evoluciones de nuestros dos compañeros que, sobre las tres de la tarde creímos ver descendiendo por la canaleta, sin duda habían conseguido la cumbre.

A su encuentro hacia Berlín salió Javi con té y bebidas calientes y tanto a él en el ascenso, como más peligroso a ellos en el descenso, les sorprendió el temido viento blanco, con temperaturas inferiores a los 30 grados bajo cero, no obstante y a pesar de la dificultad consiguieron llegar hasta el campo 2. Aquella noche fue de las mas frías, soportamos –38º en el campo 1. Ya al día siguiente y muy temprano bajaron los tres expedicionarios del campo 2 hasta Nido de Cóndores, donde preparamos el descenso hasta el campo base, en una jornada que solo nos ocupo unas tres horas.

La expedición había sido todo un éxito, 6 cumbres de 12 a principios de temporada cuando solo el 5 % de las expediciones conseguían cumbre era sin duda un buen resultado. El descenso de Plaza de Mulas hasta Puente del Inca (40 Km.) lo hicimos en una larga jornada.
Los siguientes días los pasamos en Mendoza invitados por la patrulla de policía de Rescate con los que habíamos compartidos tantos momentos de alegría y dura tristeza en la montaña, como la muerte y rescate del cuerpo de un Coreano y la confirmación de la muerte de otro Brasileño.

Por fin el día 21 llegamos a Madrid desde Santiago de Chile.

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